POEMAS DEL EXILIO en présencia del autor
Lectura Manuel Velandia
Lectura en francés Agustín Alarcón.
Durante mucho tiempo el dolor y la tristeza pudieron más que el perdón y el olvido. En los primeros años, cada vez que alguien me preguntaba sobre mi situación de refugiado se me inundaban los ojos, se me encogía el corazón y las emociones quedaban expuestas a flor de piel.
Con la poesía he logrado transformar mis emociones. Escribir sobre el amor y el desamor, que he vivenciado hacia algunos hombres, ha sido un hecho casi terapéutico para sobrellevar la soledad, la tristeza o la extrema alegría. Desde esa perspectiva particular, decidí sacar fuerzas de mis historias pasadas y mis militancias sexuales y ponerme en el oficio de escribir.
Tal vez el hecho más difícil fue retomar las amenazas de muerte y el atentado con granada en contra de mi vida. Luego, los hechos fueron fluyendo y con ellos mi sanación interior.
Me interesaba la negociación de paz con la Guerrilla de las FARC, pero para ello yo debía estar preparado. No fueron las guerrillas quienes me vulneraron directamente sino los paramilitares. No es fácil la reconciliación con quienes te hicieron daño y cambiaron el rumbo de tu vida; me es difícil asumir sus formas extremadamente sangrientas de asesinar, torturar incluso hasta llegar a descuartizar vivas las personas o desaparecerlas.
En la nueva experiencia de transformación me acompañé de otras experiencias artísticas: la performance, la fotografía, el grabado y las instalaciones; con esos nuevos lenguajes pude salir de mí y llegar a otros y entonces todo fue fluyendo más fácilmente.
Estos Poemas del exilio que aquí presento y las fotografías que los acompañan, al igual que el grabado de la portada, hacen parte de un proyecto más grande y ambicioso al que he denominado “Desechables, limpieza social”, que es una reflexión artística multidisciplinar a la par que una forma de contribuir a la construcción de la memoria histórica.
La obra se inspira en la metáfora del ser humano perteneciente a una minoría sexual como sujeto al que se prefiere o se le hace inexistente, al que se le cubre con una capa invisible fortalecida por el rechazo y la exclusión social y demás crímenes de odio y se le separa social y emocionalmente hasta el punto de ser invisibilizadas por los agentes de la violencia. La telaraña de actores responsables se esa red se teje con finos hilos, en ella participan importantes representantes del Estado y de sectores económicos, políticos y religiosos de la sociedad.
Las víctimas se incrementan con el paso del tiempo, primero sumaron a los homosexuales y las travestis, luego a las lesbianas y las trabajadoras sexuales, ahora a l*s líderes sociales que luchan por sus tierras y l*s exguerrilleros. Cambian de nombre los victimarios pero, en resumen, los asesinos siguen siendo miembros de “escuadrones de la muerte”.
Somos varios cientos de miles las víctimas colombianas que vivimos en el exilio en todos los continentes y en muchos países del mundo. No todos hemos sino reconocidos como tales, ni hemos podido trascender a las violencias o hemos gozado de las medidas de atención, asistencia y reparación integral. Sin embargo, hay algo que nos une: el interés por una Colombia nueva y en paz.
Esta obra es una pequeña contribución a ese estado de bienestar que, entre todos construimos. Una contribución en la que he contado con el apoyo de muchas personas a quienes agradezco, especialmente a la actriz española y modelo Katherine Muñoz quien encarnó a las víctimas; a JCSanzPhoto (Juan Sanz) por su paciente ejercicio de abandonarse a sí mismo para permitirse ser dirigido artísticamente por mí y lograr hacer las fotografías que yo había concebido y también a Gaelle Maurelli quien, además de ser la traductora, hace el prólogo a este libro. Agradezco también a Álvaro Ricardo Molano, mi-ex-mi-amor, quien fue víctima del atentado al igual que yo y a mi familia, que ha sufrido con el peso de mi ausencia.
Café Libro 7, rue de la Course – Strasbourg